viernes, 7 de octubre de 2011

20N: La encrucijada

Pocas veces en la historia más reciente de nuestro país había llegado alguien como yo a unas elecciones generales en medio de una encrucijada tan grande. Y me temo que no soy el único, el panorama está como para que alguien tenga las cosas claras.
Ninguno de los presentes ha vivido una crisis global de dimensiones remotamente parecidas, por más que haya quien diga que en el 96 también había crisis y se arregló, o que el problema que padecemos es nacional y nada tiene q ver con la situación global. Hay movimientos sociales muy fuertes que han ilusionado a muchos, luego se han deshilachado, algunos dicen que han perdido el norte, otros siguen confiando plenamente en ellos. Y a caballo con lo anterior, muchos ciudadanos se han cuestionado si el modelo democrático actual merece la pena, si la voz del pueblo tiene importancia o solamente se le hace caso en campaña electoral.
Sí, muchos ciudadanos estamos perdidos, no sabemos muy bien cómo debemos afrontar la cita que tenemos con las urnas en poco más de un mes. El panorama es ciertamente desolador.
Por un lado, los flamantes vencedores que ya se comportan como tales sin habernos dejado todavía depositar nuestro voto. Un comportamiento tan crecido de un tiempo a esta parte que resulta vergonzante. Pero que, en un por si acaso, y no vaya a ser que asustemos a alguien y no tengamos mayoría absoluta, esconden sus bazas todo lo posible. No hablan claro, sólo musitan ambigüedades, promesas a medio gas, globos sonda, que si un “ya veremos”, que si un “no es una promesa electoral, es sólo un deseo”.
Estos señores que ya se ven en la Moncloa, y que desde hace unos meses ya gobiernan casi todas las autonomías. Autonomías en las que, lo admitan o no, ya han empezado enseñar sus cartas, aunque guardando las formas para no espantar a los votantes menos convencidos. Y es que, según el lenguaje que Mariano Rajoy utilizó hace unos días para ejemplificar lo que es endeudamiento, se puede explicar lo que es un “recorte” con la misma regla de tres: si yo el año pasado gastaba 10 en esta partida, y  este año sólo le dedico 6, he recortado. Ni más ni menos. Lo llamen como lo llamen. Eso en mi pueblo se llama RECORTAR la partida presupuestaria.
Estos señores están tan crecidos, y ven tan absolutamente segura su victoria aplastante, que no dudan en menospreciar a quien se atreve a contestar su política, llamándole “perroflauta” o “vago”. Señores que hoy dicen blanco, y cuando ven que eso incendia los ánimos, mañana dicen negro. Todo vale cuando tienes el poder casi garantizado.
Todo el mundo sabe cuál va a ser su política. Porque intentan esconderlo, pero se les nota. Y es evidente que las circunstancias son tan excepcionales que no lo vamos a poder pasar precisamente bien en los próximos años. Pero cuando uno esconde tanto sus intenciones, nada bueno se puede esperar. Han negado repetidamente que se deba a una circunstancia global, que toda la culpa de la situación actual se debe única y exclusivamente a la incapacidad de Zapatero. Y para justificar la política que van a desarrollar se escudan en la nefasta herencia del gobierno socialista. De la misma manera que lo hacen en varias comunidades (véase Castilla la Mancha). Y yo me pregunto: ¿qué ocurre en las comunidades que ya gobernaban ellos y están haciendo recortes? ¿Ahí no hay herencia? ¿Qué ocurrirá si se cumplen las previsiones y la crisis internacional sigue ahondándose? ¿Pasados un par de años de legislatura seguirán culpando a la herencia recibida?
Pasemos al otro lado: el partido que presumiblemente perderá el gobierno, y lo hará de manera estrepitosa. Su hasta hace pocas semanas líder tuvo que renunciar a todo su sistema de creencias ante una circunstancia que le vino grande, no supo prever, negó por diversas circunstancias, y cuando le reventó no supo manejar. Ojo, no supo manejar él ni ningún otro líder mundial. Y quien argumente que la situación española es peor que en otros países, debería ver la peculiaridad del origen de nuestra bonanza reciente, y la diferencia con esos otros países; razón que llevó a nuestra crisis a terrenos más farragosos (fundamentalmente un paro disparado). Pero eso es otro debate. El caso es que el partido gobernante tuvo que tirar a la basura toda su base ideológica para adaptarse a unas órdenes impuestas desde fuera de nuestras fronteras. Y eso les alejó de su electorado y sembró dudas entre sus propias filas.
Ahora hay otro líder. Un líder que, cuando trabajaba a la sombra del Presidente del Gobierno, acataba su peculiar modo personalista de dirigir la política del país. Y ahora intenta limpiar su imagen, hacer ver que aquellas decisiones no eran suyas, que eran otras circunstancias y que próximamente habrá que dar nuevas respuestas. Bien, quizá sea cierto, el planteamiento no es descabellado. Pero ¿cómo puede ganarse la confianza de los ciudadanos? ¿Por qué debemos creerle ahora? ¿Cómo va a solucionar cosas que no pudo solucionar hace un año? Ese es su principal escollo, convencer a los votantes. Ganar de nuevo una confianza que su partido ha perdido. Volver a tener credibilidad. Y eso no se consigue de la noche a la mañana.
Pero no es ese su único caballo de batalla. A nivel interno, debido a la renuncia que su predecesor tuvo que llevar a cabo de sus pilares ideológicos, su propia gente está perdida, alborotada, hay quien no sabe muy bien a qué atenerse. Otros muchos huyen en desbandada ante el más que probable desastre electoral. Así que la tarea de Rubalcaba (Alfredo, para los amigos) es doblemente difícil: recuperar la confianza de su base electoral, y apagar fuegos internos. Demasiada tarea para un hombre en tan poco tiempo.
Y es que, dada la situación interna del partido, dada la pérdida ideológica de muchos de sus integrantes en una situación mundial tan adversa para las ideologías… sin duda la mejor opción sería una debacle electoral de dimensiones gigantescas que obligue a una profunda reflexión y a una reconstrucción completa. Ahora bien… esa posibilidad dejaría el país en manos de una mayoría no absoluta, sino casi imperial, de su gran rival. Y eso, visto lo visto, no sería ni por asomo la mejor opción para España.
Y por fin… tenemos un conglomerado de partidos. Los que ya tenían representación parlamentaria (nacionalistas, IU, UPyD…) y multitud de otras formaciones que estos días se esfuerzan por recoger los avales necesarios para poder presentar su candidatura a las elecciones. Me temo que, por mucho que se movilicen, poco tendrán que pinchar. Algunos subirán o bajarán algún escaño, otros quizá consigan entrar en el Parlamento (Equo parece que podría conseguirlo). Pero la conciencia general de que el PP va a arrasar, el pesimismo generalizado, la desafección por la clase política… hará que los menos convencidos se queden en su casa el 20 de noviembre, lo que perjudicará sin duda a muchos de estos partidos pequeños (por no mencionar los votantes socialistas que tampoco acudirán a votar).
Así pues, el panorama es desolador. Un partido con una base electoral muy convencida arrasará. Otro partido caerá en picado. Muchos votantes se debatirán entre votar a grupos minoritarios confiando en que otros también lo hagan. Otros votarán socialista no por convicción, sino por frenar el avance conservador y hacer que su victoria no sea tan arrolladora (o quizá en un acto de fe de creer las buenas palabras del candidato). Y otros, pensando en que da igual a quién voten, puesto que las políticas serán las mismas, se quedarán en sus casas.
Yo no soy quién para decir a nadie cuál es la mejor opción. Sólo sé lo que yo haré. Yo votaré. Seguiré escuchando propuestas hasta el último momento. Reflexionaré. Ponderaré. Y llegado el momento, cogeré la papeleta que mi corazón me dicte, la meteré en el sobre y la depositaré en la urna, queriendo confiar aún en esta democracia.
Recelo de ella, pero le daré un voto más. Mi voto de confianza.

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