martes, 21 de febrero de 2012

Shame, o la claustrofobia de una cárcel interior

Confieso que últimamente soy poco consumidor de cine americano. No me pregunten ustedes la razón, simplemente es un hecho objetivo. Reviso cada euro que gasto en una taquilla, y en los últimos tiempos los dedico a ver qué se cuece en el cine que hacemos aquí.

Pero ayer tuve un encontronazo con un título que me dejó sobrecogido. Y sobre todo con un actor del que había oído hablar mucho, pero al que apenas había visto más que en imágenes promocionales en Fotogramas. Y sí, fue un encontronazo. Para empezar porque, si no me equivoco, Michael Fassbender está presente en todas y cada una de las escenas Shame de manera obsesiva. Tan obsesiva como la mente de su personaje. Sólo de refilón conocemos a su hermana y la historia que arrastra, por no hablar de su jefe y parece único “amigo” (más bien compañero de fiestas) o alguna rubia con la que intercambiar miradas cargadas de sexualidad en un vagón de metro. Salvo esos breves momentos, la película el ÉL. Él, su mundo interior, su mente... porque no es un personaje que hable mucho. Más bien transita por la vida de manera silenciosa, ocultando al mundo sus pensamientos. Es una suerte de estatua de hielo que sólo se funde para dar paso al sexo. Y entonces, después del orgasmo, su mirada vuelve a congelarse.

Sólo a través de esa mirada que no dice nada y lo dice todo podemos intentar averiguar qué ocurre dentro de él. Porque toda la acción fundamental de la cinta ocurre en su mente. Como espectadores tenemos que sumergirnos en esa mirada, bucear y llegar hasta es tormenta interior. Todo lo que hay fuera es prescindible (con excepción de momentazos que nos regala su hermana). Lo realmente importante está encerrado ahí dentro. Porque el personaje en sí está encerrado. Ahogado. Es casi un ser inerte. Podemos sentir la claustrofobia que hay en esa prisión de la cual no es capaz de salir, y en la que está condenado a buscar una y otra vez el sexo como una penitencia eterna.

Una mente encerrada en un cuerpo, un cuerpo encerrado en una ciudad. New York, New York. Como una letanía nos lo canta el personaje de su hermana. A ritmo muy lento. Para que cada una de las palabras nos quede bien clara. Nuestro hombre es un triunfador. Lo tiene todo. Pero no tiene nada. Se dedica a vagar por las calles de esa ciudad que aparentemente debería estar a sus pies para bucear por sus rincones más oscuros.

Naveguen ustedes con Brandon. Déjense seducir por él, no será difícil. Da igual si son hombres, mujeres, homosexuales o heterosexuales. Una mirada suya, con una extraña mezcla de ternura y lascivia, será suficiente para atraparles. Recorran su mundo interior. Ámenlo, compadézcanlo, compréndanlo, repúdienlo, ódienlo... porque todos esos sentimientos surgirán alternativamente. Juzgarlo o no será decisión suya.